martes, 29 de diciembre de 2009

MANDALAS DE CHOCOLATE

 El otro día, comenzamos la clase hablando del trabajo terapeútico del chocolate. A través de vídeos, experiencias y diversas fuentes, supimos de los placeres que lleva consigo el chocolate. Pilar nos introdujo en la práctica que íbamos a realizar en la próxima clase.


Consistía en una práctica a través de manadalas de chocolate. Yo en concreto no pude asistir a la misma, pero a través de los blogs de mis compañeros, y de las experiencias de cada uno de ellos, puedo saber que fué lo que hicieron.


 Cada uno de mis compañeros, confeccionó a través de una oblea de pan y chocolate en tubo, una mandala personal y única. Según la forma que obtuviera esta, representaría el estado de ánimo en el que nos encontramos. Es una práctica terapeútica, para canalizar los sentimientos y las tensiones acumuladas.


He decidido incluir un vídeo que he encontrado, de la fabricación de una mandala a partir de chocolate, kiwy y yogurt. Es un poco raro, pero me gustó la idea.




Además, creo conveniente hablar un poco sobre el uso de los mandalas en general.

  Los mandalas son diagramas o representaciones esquemáticas y simbólicas del macrocosmos y el microcosmos, utilizados en el budismo y el hinduismo. Estructuralmente, el espacio sagrado (el centro del universo y soporte de concentración), es generalmente representado como un círculo inscrito dentro de una forma cuadrangular. En la práctica, los yantra hindúes son lineales, mientras que los mándalas budistas son bastante figurativos. A partir de los ejes cardinales se suelen sectorizar las partes o regiones internas del círculo-mandala.



Por otra parte, la mayoría de las culturas posee configuraciones mandálicas o mandaloides, frecuentemente con intención espiritual: la mandorla (almendra) del arte cristiano medieval, ciertos laberintos en el pavimento de las iglesias góticas, los rosetones de vitral en las mismas iglesias; los diagramas de los indios Pueblo, etcétera.


Es muy probable que esta universalidad de las figuras mandálicas se deba al hecho de que las formas concéntricas sugieren una idea de perfección (de equidistancia con respecto a un centro) y de que el perímetro del círculo evoque el eterno retorno de los ciclos de la naturaleza (tal como en la tradición helenística lo proponía, por ejemplo, el uróboros).


A su vez, en los rituales mágicos es frecuente la separación de un espacio sacro respecto de uno profano; para esto, en la tradición del ocultismo occidental, se ha recurrido y recurre a los círculos mágicos; el espacio sacro —o al menos el del ritual— es el inscripto en tales círculos que, de este modo, cumplen funciones análogas a los mándalas orientales.


Esta universalidad de los mándalas hizo que el psiquiatra Carl Gustav Jung los privilegiara como expresiones probables de lo inconsciente colectivo. Para Jung, el centro del mándala figura al sí-mismo (Selbst), que el sujeto intenta lograr perfeccionar en el proceso de individuación



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